El Ensayo


La Ciudad inexistente

Cuando miro con la mirada de un transeúnte que recorre las calles de mi pueblo, busco

una idea de lo que veo y se me retrae la atención, como una compositora que no encuentra un frase para empezar a escribir una canción, pero debo componer una idea de lo que quiero exponer.

Voy a comenzar con interrogantes: ¿Por qué este pueblo que está ubicado en un privilegiado lugar no ha tenido un crecimiento sostenido, en tiempo, tanto en cantidad habitantes, como en espacio urbanístico?

Si al mirar al sur tenemos una ciudad como Tres Arroyos, con setenta mil habitantes y mirando hacia el norte está la ciudad de Benito Juárez con cuarenta mil habitantes y entre esa dos ciudades Gonzáles Chaves con apenas diez mil habitantes nos damos cuenta que algo pasó con nosotros.

Pero claro, es una ciudad “tranquila”, y cómo no va ser tranquila si no hay gente, si cada día que pasa se van cantidades de jóvenes. Y la ciudad queda sujeta a la idea sostenida que un pueblo puede ser pequeño y tener las bondades que te da la relación pueblerina, eso es como quedar detenido en el tiempo, es como estar parado, en un lugar tan quieto que te pueden tapar los pastos, es como la quietud muy bien observable pero, para muy pocos.

Algunos miran sin ver, la realidad es que el crecimiento de una ciudad no es siempre desde la virtud, la virtud es tan virtuosa que te hace mirar hacia ti mismo, hacia adentro, es como querer encerrar todas las buenas condiciones de la buena vida en un puño.

Los habitantes más ancianos quieren un pueblo para transitarlo ellos sin que nadie los perturbe, los más jóvenes quieren tranquilidad para que sus hijos crezcan en un lugar seguro, como si la seguridad fuera un supuesto, que se puede anticipar lo que piensa el que va delinquir.

Los adolescentes sí saben que un pueblo debe crecer, para algún día ser una ciudad verdadera, pero lo único que les queda es irse.

Los niños son felices, ¿Qué le podríamos pedir a los niños que sean “felices”?.

Esto quiere decir que este es un pueblo para ancianos y niños.

Se construirá con el tiempo, con los de edad intermedia una nueva concepción, para que nazca y florezca la ciudad y no quede en el medio de dos ciudades como paraje casi inexistente.

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“No es una lucha de imparciales, no soy neutral”


La presidenta Cristina Kirchner destacó los logros de estos ocho años y se emocionó al hablar de sus hijos.

CRISTINA KIRCHNER CERRO SU CAMPAñA EN EL TEATRO COLISEO CONVOCANDO A PROFUNDIZAR LAS POLITICAS INCLUSIVAS

Jueves, 20 de octubre de 2011

La Presidenta convocó a “la unidad nacional” y a los dirigentes a dejar de lado las “diferencias menores”. Compartió escenario con los protagonistas de sus spots de campaña. Se emocionó al recordar a Néstor Kirchner y mencionar a sus hijos.

Por Julián Bruschtein y Nicolás Lantos


Con un fuerte llamado a “la unidad nacional”, a tono con lo que fue toda la campaña, la presidenta Cristina Kirchner encabezó ayer su último acto antes de los comicios del domingo en los que, según todos los pronósticos, será reelecta. “Yo no le guardo rencor a nadie, las cosas que han pasado me obligan a abrirme cada vez más, a tender la mano, a superar las diferencias”, sostuvo al borde de las lágrimas, en un llamado a los distintos sectores que conforman la sociedad a que colaboren durante los próximos cuatro años para aprovechar lo que calificó como “una oportunidad histórica” para la Argentina. “Por primera vez podemos pensar a mediano y largo plazo”, destacó al pedir “gestos de grandeza” para “articular los intereses de 40 millones de argentinos”, aunque aclaró: “Siempre con políticas inclusivas. Esto no es una lucha de imparciales, yo no soy neutral”.


El Teatro Coliseo estaba repleto. El escenario era el mismo en el que cerró la campaña previa a las primarias de agosto, pero el clima era otro: con los resultados de las PASO en el bolsillo y la certeza de una victoria en primera rueda, en la platea los rostros de funcionarios, dirigentes y otros personajes de la política y la cultura se veían más relajados. Las pantallas gigantes mostraban spots de la campaña mientras en las tres bandejas llenas de militantes de la juventud (en cualquiera de sus versiones, sea La Cámpora, Descamisados, Kolina, el Evita y la Juventud Socialista) se entonaban los cantitos habituales y hasta algunos novedosos.


Hubo otra diferencia con agosto: en aquella ocasión, los asientos ubicados sobre el escenario fueron ocupados por miembros del gabinete, gobernadores y legisladores oficialistas, que ayer tenían sus butacas en las primeras filas de la platea. Una vez que comenzó el acto, esos lugares fueron ocupados por los protagonistas de los spots de campaña, que subían a medida que se proyectaban los avisos que protagonizaban.

Así, pasaron Jorge, el dueño de una fábrica de termos; Federico, el programador de software; Ariel, el “geniecillo”, como lo llamó CFK, y sus compañeros en las olimpíadas de matemáticas; Jesica, la flamante dueña de una casa propia; Atilio, el viejo trabajador del astillero; Cecilia, la científica repatriada; Haydée, la costurera que pudo jubilarse; Elena, la correntina con su casa “supersónica” por la antena de TV digital; y Victoria Montenegro, hija recuperada, junto a otros y otras con historias similares y que ocuparon ayer un lugar de privilegio, desde el que no se privaron de saltar y cantar como si estuviesen en la tribuna. El último en sumarse fue el ministro de Economía y candidato a vicepresidente, Amado Boudou, que se acomodó entre los demás para recibir a la Presidenta. A un costado del escenario, el vocero presidencial Alfredo Scoccimarro supervisaba todo con sonrisa de misión cumplida.

Con esa escenografía de fondo, tres minutos después de la hora anunciada, apareció la Presidenta en medio de una lluvia de papelitos celestes y blancos. En todo el teatro retumbó un canto: “Para Cristina, la reelección”. Antes de meterse de lleno en su discurso, saludó a cada uno de sus invitados, recordando el momento en el que los conoció. También mencionó al único ausente, el atleta Brian Toledo, que se encuentra en Guadalajara compitiendo en los Juegos Panamericanos. Luego habló durante algo más de media hora, combinando momentos emotivos con definiciones políticas.


“Háganmelo fácil, muchachos, en este año tan peculiar que me tocó vivir como Presidenta y como mujer quiero agradecer a los 40 millones de argentinos que en cada casa, en cada provincia, en cada fábrica que inauguramos, me decían: ‘Fuerza Cristina, no aflojes’”, comenzó CFK, que agradeció después a sus hijos Florencia y Máximo, “sin los cuales no hubiera sido posible seguir”. “A él lo veo en todas partes, pero mucho más en ellos”, explicó. En este punto, se le quebró la voz y tuvo que beber un trago de agua antes de continuar. Pero no fue la única: entre el público también abundaban los ojos vidriosos.

Al igual que en sus anteriores apariciones durante la campaña, la Presidenta puso énfasis en que “estamos en un momento difícil, complejo y turbulento del mundo” y, sin embargo, acotó, la Argentina está en mejores condiciones ante la crisis que los países desarrollados. En este contexto fue que realizó el llamado a la unidad, que no se dirigió solamente a opositores, sino también a quienes han apoyado al gobierno desde sus perspectivas sectoriales. “Les pido a todos los que tienen responsabilidades institucionales que dejemos de lado las cuestiones menores. Les pido mayor inteligencia –machacó CFK–. Todos tienen derecho a defender sus intereses pero tienen que entender que esta Presidenta tiene que articular los deseos de 40 millones de argentinos.”


Hizo un repaso de los logros obtenidos durante los últimos ocho años, entre los que destacó la democratización del acceso a los medios de comunicación, la incorporación de dos millones y medio de jubilados al sistema, un crecimiento del 9,1 por ciento en este año de crisis internacional y se guardó un anuncio como frutilla del postre: la desocupación del tercer trimestre cayó de 7,3 por ciento a 7,2 por ciento, para ubicarse en su nivel más bajo de los últimos veinte años, es decir, desde el inicio de la convertibilidad.

No faltó espacio para la autocrítica, entendida como la revisión de necesidades y objetivos en base a la nueva situación del país. Entre los ítems que mencionó, destacó “adecuar el sistema educativo a esta Argentina”, junto a que, debido a la inclusión creciente, “faltan cosas” como escuelas, viviendas, megavatios para alimentar a la industria, hospitales, rutas y fábricas. “Queremos más industria argentina. Queremos agregarle valor a esta producción que se ha convertido en la más competitiva del mundo”, resumió.


Cristina Kirchner cerró su discurso con la promesa de profundizar las “políticas que incluyan más pluralidad y derechos humanos. Vamos por más patria, más libertad y más igualdad”. A sus espaldas, “los representantes de la Argentina real” –como los calificó– se despegaron de sus asientos e improvisaron un pogo mientras que en las primeras filas hacían lo mismo gobernadores (estaban todos los alineados con el oficialismo), el gabinete en pleno, legisladores afines, intendentes del conurbano, buena parte de la cúpula de la CGT y la CTA, además de personalidades de los derechos humanos y la cultura. Más atrás todavía se sucedían funcionarios de segunda línea con militantes, todos aunados bajo la lluvia de papelitos celestes y blancos, mezclados en abrazos que parecían réplicas del que la Presidenta, entre lágrimas, les dio a sus hijos Máximo y Florencia no bien terminó de hablar.



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