El Ensayo


La Ciudad inexistente

Cuando miro con la mirada de un transeúnte que recorre las calles de mi pueblo, busco

una idea de lo que veo y se me retrae la atención, como una compositora que no encuentra un frase para empezar a escribir una canción, pero debo componer una idea de lo que quiero exponer.

Voy a comenzar con interrogantes: ¿Por qué este pueblo que está ubicado en un privilegiado lugar no ha tenido un crecimiento sostenido, en tiempo, tanto en cantidad habitantes, como en espacio urbanístico?

Si al mirar al sur tenemos una ciudad como Tres Arroyos, con setenta mil habitantes y mirando hacia el norte está la ciudad de Benito Juárez con cuarenta mil habitantes y entre esa dos ciudades Gonzáles Chaves con apenas diez mil habitantes nos damos cuenta que algo pasó con nosotros.

Pero claro, es una ciudad “tranquila”, y cómo no va ser tranquila si no hay gente, si cada día que pasa se van cantidades de jóvenes. Y la ciudad queda sujeta a la idea sostenida que un pueblo puede ser pequeño y tener las bondades que te da la relación pueblerina, eso es como quedar detenido en el tiempo, es como estar parado, en un lugar tan quieto que te pueden tapar los pastos, es como la quietud muy bien observable pero, para muy pocos.

Algunos miran sin ver, la realidad es que el crecimiento de una ciudad no es siempre desde la virtud, la virtud es tan virtuosa que te hace mirar hacia ti mismo, hacia adentro, es como querer encerrar todas las buenas condiciones de la buena vida en un puño.

Los habitantes más ancianos quieren un pueblo para transitarlo ellos sin que nadie los perturbe, los más jóvenes quieren tranquilidad para que sus hijos crezcan en un lugar seguro, como si la seguridad fuera un supuesto, que se puede anticipar lo que piensa el que va delinquir.

Los adolescentes sí saben que un pueblo debe crecer, para algún día ser una ciudad verdadera, pero lo único que les queda es irse.

Los niños son felices, ¿Qué le podríamos pedir a los niños que sean “felices”?.

Esto quiere decir que este es un pueblo para ancianos y niños.

Se construirá con el tiempo, con los de edad intermedia una nueva concepción, para que nazca y florezca la ciudad y no quede en el medio de dos ciudades como paraje casi inexistente.

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“Todo para nuestros hijos”






 Bonafini dio su discurso en el nuevo bar El Revolucionario.


Domingo, 25 de marzo de 2012
 
HEBE DE BONAFINI HABLO EN EL ACTO DE LA ASOCIACION MADRES DE PLAZA DE MAYO



Durante el primer minuto del 24 de marzo, la titular de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, subió a la tarima que está en el salón de atrás del bar El Revolucionario, que inauguraron esa noche. Con ayuda de dos colaboradores, se sacó el camisaco rojo, con botones, que tenía puesto. Una polera negra, el pañuelo blanco. Se sentó en una silla de plástico blanca atrás de una mesita de madera, en la que había una botella de agua mineral. En las primeras dos filas, frente a la tarima, había otras doce madres. Algunas tenían sueño, otras no paraban de hablar. Todas estaban preparadas para escucharla. Durante su discurso, que fue también el broche para la inauguración del bar, Bonafini reivindicó a los hijos de las Madres como revolucionarios. “Este paso de abrir El Revolucionario es la primera reivindicación profunda, abierta y explícita que las Madres les queremos dar al mundo para decirle que estamos orgullosas de que esa revolución que empezaron nuestros hijos, en un momento mucho más difícil en el que había que usar las armas, se convirtió hoy en una revolución sin armas. Pero estamos haciendo la revolución.”

El bar está en Hipólito Yrigoyen 1584, frente a la Plaza del Congreso. Hay mesitas en la vereda para los que quieran fumar. La parte principal, donde están las mesas, es un pasillo muy largo. El color que eligieron para las paredes y el techo es borravino. En la parte más cercana a la calle, la pared derecha está repleta de fotos enmarcadas del Che. Y más atrás, de Salvador Allende, de Camilo Cienfuegos, de Fidel Castro, de Evo Morales, de Hugo Chávez. Sobre la pared izquierda, hay un mural lleno de estrellas con los nombres de militantes argentinos desaparecidos durante la última dictadura militar. Más al fondo, hay un salón con un pequeño escenario. Detrás de esa tarima hay dos murales de fotos de los desaparecidos. A las 23.30, en el escenario, Thelma y Nancy, los personajes interpretados por los humoristas cordobeses Hugo Curletto y Max Delupi, hablaban sobre los derechos laborales de las trabajadoras domésticas y la Asignación Universal por Hijo. “¿Qué carajo tiene que ver el universo con el subsidio al negraje?”, se preguntaba Nancy ante unas 200 personas.

Vivir juntas

“Hace 35 años que vivimos juntas. El nuestro no es un colectivo cualquiera. Desayunamos, almorzamos, tomamos el mate. Lo único que no hacemos es dormir y cenar. Pero hoy sí, cenamos. ¿Qué significa vivir juntas? Significa que ningún día, desde que se llevaron a nuestros hijos, dejamos de hacer algo”, explicó Bonafini en un extenso discurso en el que se refirió exhaustivamente a las discusiones que atravesaron las madres de los desaparecidos ante distintas cuestiones pero, sobre todo, ante las reparaciones económicas.

“Gritábamos: ‘Queremos a nuestros hijos, que digan donde están’, todavía con la idea de lo individual. Y de repente nos dimos cuenta de que no servía luchar por un hijo, que la lucha individual se iba a agotar en sí misma”, explicó, y se refirió a la reparación económica. Dijo que el paso previo para las reparaciones fue una ley de presunción de fallecimiento, según la cual aquellas personas de cuyos paraderos no había información serían consideradas como fallecidas. “¿Y quién la inventa la reparación? Naciones Unidas, el capitalismo. La Comisión de Derechos Humanos. Ginebra. ¿Por qué? No es que nos pagan porque son buenos. Querían quebrarnos porque habíamos armado un colectivo muy fuerte, que nos había costado la vida de tres de nuestras compañeras. Porque las Madres jodíamos de verdad.” La titular de Madres comentó que la reparación que les ofrecían era de 275 mil dólares y que ellas la rechazaron. “No, señores. Nosotras somos madres de 30 mil, no somos más madres de uno”, aseguró, y se ganó el aplauso del auditorio.

Siempre están los hijos

“Este año fue muy duro para las madres. Nos golpearon para deshacernos. Para destruirnos”, dijo Bonafini refiriéndose a la embestida a raíz del caso Scho-cklender y las acusaciones del ex apoderado de la organización. Primero, lo hizo de una forma más metafórica: “Las madres somos como la madre tierra, que siempre está abierta para esperar la semilla y siempre está abierta para que la semilla germine. ¿Y qué pasa? La tierra no quiere nada para ella. No queremos nada para nosotras. Todo para el otro. Todo para ustedes. Todo para el pueblo. Todo para nuestros hijos”, aseguró.

Luego, la titular de Madres se refirió directamente a Sergio Schocklender: “Las madres no vamos a cambiar. Vamos a seguir abriendo las puertas. Porque lo más hermoso que a uno le puede pasar es equivocarse por abrir el corazón y los brazos. Si hay quien traiciona, el traidor es el hijo de puta. No nosotras”. Bonafini se comparó con las columnas de hierro que sostienen el techo del salón. “Pero no porque tengamos el corazón de hierro. Nuestro corazón es como el de todos: con sus sístoles y sus diástoles. Lo que tenemos de hierro es la idea de que primero están los hijos, después están los hijos y siempre están los hijos”, aseveró.

Antes de terminar, Bonafini volvió a remarcar la identidad revolucionaria de los desaparecidos. “Nos falta la otra batalla: la reivindicación de nuestros hijos como revolucionarios, ¡que es la que todavía este país les debe!”, exclamó, arrancando un nuevo aplauso del auditorio.

“Las madres –dijo, para cerrar– somos un plantel que no somos como Verón, que va y vuelve. Las madres seguimos jugando. Tenemos entre 80 y 97 años. Pero seguimos jugando. Estamos en la cancha. Y todavía podemos hacer gambetas y, ¿les digo una cosa? Todavía vamos a hacer muchos goles.”

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