El Ensayo


La Ciudad inexistente

Cuando miro con la mirada de un transeúnte que recorre las calles de mi pueblo, busco

una idea de lo que veo y se me retrae la atención, como una compositora que no encuentra un frase para empezar a escribir una canción, pero debo componer una idea de lo que quiero exponer.

Voy a comenzar con interrogantes: ¿Por qué este pueblo que está ubicado en un privilegiado lugar no ha tenido un crecimiento sostenido, en tiempo, tanto en cantidad habitantes, como en espacio urbanístico?

Si al mirar al sur tenemos una ciudad como Tres Arroyos, con setenta mil habitantes y mirando hacia el norte está la ciudad de Benito Juárez con cuarenta mil habitantes y entre esa dos ciudades Gonzáles Chaves con apenas diez mil habitantes nos damos cuenta que algo pasó con nosotros.

Pero claro, es una ciudad “tranquila”, y cómo no va ser tranquila si no hay gente, si cada día que pasa se van cantidades de jóvenes. Y la ciudad queda sujeta a la idea sostenida que un pueblo puede ser pequeño y tener las bondades que te da la relación pueblerina, eso es como quedar detenido en el tiempo, es como estar parado, en un lugar tan quieto que te pueden tapar los pastos, es como la quietud muy bien observable pero, para muy pocos.

Algunos miran sin ver, la realidad es que el crecimiento de una ciudad no es siempre desde la virtud, la virtud es tan virtuosa que te hace mirar hacia ti mismo, hacia adentro, es como querer encerrar todas las buenas condiciones de la buena vida en un puño.

Los habitantes más ancianos quieren un pueblo para transitarlo ellos sin que nadie los perturbe, los más jóvenes quieren tranquilidad para que sus hijos crezcan en un lugar seguro, como si la seguridad fuera un supuesto, que se puede anticipar lo que piensa el que va delinquir.

Los adolescentes sí saben que un pueblo debe crecer, para algún día ser una ciudad verdadera, pero lo único que les queda es irse.

Los niños son felices, ¿Qué le podríamos pedir a los niños que sean “felices”?.

Esto quiere decir que este es un pueblo para ancianos y niños.

Se construirá con el tiempo, con los de edad intermedia una nueva concepción, para que nazca y florezca la ciudad y no quede en el medio de dos ciudades como paraje casi inexistente.

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El neoliberalismo perdió la batalla, no la guerra

Martes, 25 de octubre de 2011

› OPINION


Por Raúl Dellatorre

Dentro del castigo que recibió la oposición el domingo, los dos casos más elocuentes son los de las fuerzas que encabezaron Eduardo Duhalde y Elisa Carrió. El discurso económico que embanderaron estas dos fuerzas es un correlato de esa oposición frontal a las propuestas del Gobierno. Martín Redrado, como frustrado candidato duhaldista a diputado nacional, y Alfonso Prat Gay, el “elegido” de Carrió para ser su ministro de Economía, son la expresión de esa oposición cerrada a toda propuesta emanada desde las filas oficialistas en materia económica.

Ambos, Redrado y Prat Gay, fueron presidentes del Banco Central en distintas etapas del kirchnerismo, pero fueron desplazados de sus cargos coincidiendo con momentos de definiciones que evidentemente los ponían en la vereda de enfrente del proyecto oficial. Ambos, en sus respectivas variantes, se alejaron defendiendo las políticas de ajuste y confrontando con la intervención heterodoxa del Estado en contra de los intereses de los sectores financieros más poderosos.

A Alfonsín no le fue tan mal como a los anteriores, pero es verificable que el vice que le impuso De Narváez, Javier González Fraga, otro representante del establishment financiero y del discurso neoliberal, le sacó más de lo que le aportó. A partir de los resultados electorales, cabría ilusionarse de que ciertos discursos que pretenden volver a las prácticas del pasado hayan quedado enterrados. Pero sería prudente no ir tan rápido.

Quienes mejor parados quedan del espectro opositor son Hermes Binner y el FAP, aunque no por esgrimir un discurso económico tan progresista como su emblema. De hecho, el candidato adhirió a algunas de las recetas antiinflacionarias que formulaba el elenco neoliberal, compartió las críticas al uso de reservas y hasta prometió bajar las retenciones a las exportaciones de granos, aunque el desfinanciamiento fiscal que provocaría llevara a reiniciar el ciclo de endeudamiento externo. Pero en su propia alianza hay otras fuerzas que se empeñan en mostrar una postura diferente, lo que en buena medida disimuló aquellos gestos.


En la etapa que se inicia, podría ocurrir que las propuestas del Gobierno tuvieran que confrontar con un tironeo desde izquierda para hacerlas más redistributivas. O que le reclamaran reformas estructurales que atacaran la concentración económica que prevalece en buena parte de la economía. Esa alternativa dejaría afuera a los voceros tradicionales del neoliberalismo, provocaría un debate enriquecedor y reflejaría, quizá, más fielmente lo que se votó el domingo. Pero no es seguro que sea así. El neoliberalismo no está derrotado, sino apenas agazapado. Incluso, detrás de fuerzas que públicamente se exhiben como contrarias a sus postulados.

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